El presidente sirio Ahmad al Sharaa , que asumió el poder tras el derrocamiento de Bashar al Assad en diciembre de 2024, intervendrá por primera vez en la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York el próximo mes de septiembre. Será la primera ocasión desde 1967 en la que un jefe de Estado sirio pronuncie un discurso ante la ONU ; desde entonces, ni Hafez ni Bashar al Assad acudieron personalmente, delegando siempre en ministros o embajadores. La participación de Al Sharaa simboliza la intención del nuevo Gobierno de devolver a Damasco un lugar de relevancia en la comunidad internacional tras décadas de aislamiento y conflictos internos, y representa una oportunidad para proyectar una imagen de apertura y estabilidad ante la comunidad global. Siria fue uno de los 51 países fundadores de las Naciones Unidas en 1945, apenas un año antes de lograr su independencia definitiva de Francia. A pesar de ello, el país ha mantenido siempre una relación compleja con el organismo, combinando la defensa de su soberanía y la denuncia del colonialismo con una participación activa en los conflictos regionales, especialmente en relación con Palestina e Israel. La figura de Al Sharaa tampoco está exenta de polémica. Antes de llegar al poder era conocido por su nombre de guerra Abu Mohammed al Jolani, y fue comandante del grupo islamista Frente Nusra , vinculado inicialmente al autodenominado Estado Islámico y luego a Al Qaida, y su misión era liderar Hayat Tahrir al Sham (HTS), el principal grupo rebelde en el noroeste de Siria. Tras años de combate, fue detenido en Camp Bucca por fuerzas estadounidenses, y tras romper con las principales organizaciones yihadistas, Al Sharaa emergió como líder político tras la caída del régimen de los Al Assad. Su ascenso ha ido acompañado por un giro estratégico hacia la diplomacia, que incluye reuniones con potencias occidentales y el levantamiento de sanciones, como la cancelación de la recompensa de EE.UU. por su captura. La visita de Al Sharaa a Nueva York llega tras semanas de intensa actividad diplomática. El Gobierno sirio se ha reunido en París con delegaciones internacionales para discutir asuntos de seguridad regional, cooperación humanitaria y reconstrucción del país. Por su parte, Siria e Israel avanzan hacia un acuerdo histórico y se registran avances significativos en las negociaciones con su país vecino. Estas mediadas por Estados Unidos, con el objetivo de reactivar el acuerdo de separación de fuerzas de 1974, vigente desde la Guerra de Yom Kipur . Entre los puntos clave se incluyen la desmilitarización del sur de Siria, el fortalecimiento de la misión de la ONU en los Altos del Golán y garantías de seguridad para ambas partes. Este progreso marca la primera aproximación directa entre Damasco y Tel Aviv tras décadas de hostilidad y enfrentamientos indirectos a través de grupos armados y la intervención de terceros países. El conflicto entre Israel y Siria tiene raíces históricas profundas. Tras la creación del Estado de Israel en 1948, Siria participó en la guerra árabe-israelí, buscando frenar la consolidación del nuevo Estado. La tensión se intensificó en 1967 durante la Guerra de los Seis Días , cuando Israel ocupó los Altos del Golán, un territorio estratégico que sigue siendo fuente de disputa hasta hoy. Desde entonces, Israel y Siria han mantenido décadas de hostilidad indirecta, con Siria apoyando a grupos armados como Hizbolá y Hamás, e Israel realizando operaciones militares en territorio sirio para proteger su frontera y limitar la influencia iraní. La misión de la ONU en los Altos del Golán (UNDOF) ha sido clave para mantener una zona desmilitarizada y evitar enfrentamientos directos. La guerra civil siria (2011-2024) y el aislamiento internacional del régimen de los Al Assad profundizaron una distancia aún mayor entre Siria tanto con la ONU como con sus vecinos, algo con lo que el Gobierno de Al Sharaa quiere acabar.
El mal tiempo obligó a SpaceX a posponer este lunes el lanzamiento de su prototipo de cohete Starship, clave para las aspiraciones de Elon Musk de colonizar Marte, así en como los planes de la NASA de llevar de nuevo a astronautas a la Luna. El décimo vuelo de prueba, que ahora podría ocurrir el martes, llega en un momento de mayor escrutinio para el vehículo de lanzamiento más potente del mundo, tras una serie de fallos que comienzan a suscitar dudas sobre su viabilidad. Con una altura de 123 metros, el gigante de acero inoxidable estaba listo para despegar desde la base Starbase de la empresa, al sur de Texas, en un lapso de tiempo que se abrió a las 18H30 locales (23H30 GMT). Se trata del segundo retraso en dos días, después de que una fuga en el sistema terrestre frustrara un intento previo el domingo. El objetivo de la misión es someter la etapa superior, destinada en última instancia a transportar tripulación y carga, a pruebas de estrés estructural mientras vuela alrededor de medio mundo antes de amerizar en el océano Índico. SpaceX también probará nuevos materiales para el escudo térmico e intentará desplegar satélites Starlink simulados como carga. El agresivo enfoque de la empresa de «fracasar rápido, aprender rápido» le ha acreditado con un liderazgo indiscutible en los lanzamientos espaciales gracias a su familia de cohetes Falcon. Sus cápsulas Dragon son las únicas naves espaciales estadounidenses que transportan astronautas a la Estación Espacial Internacional, mientras que Starlink se ha convertido en un activo geopolítico. Aunque crece la preocupación sobre si estos éxitos se traducirán en Starship, un cohete como ninguno de los anteriores. La fase superior ha explotado en los tres vuelos de prueba de 2025. Incluso si el décimo vuelo tiene éxito, todavía quedan por delante grandes obstáculos. «Quedan miles de retos de ingeniería tanto para la nave como para el propulsor, pero quizás el mayor de ellos sea desarrollar un escudo térmico orbital totalmente reutilizable», afirmó Musk, su fundador, en una transmisión en línea. Además, los retrasos en la Starship podrían afectar al programa Artemis de la NASA, cuyo objetivo es llevar a los astronautas estadounidenses de vuelta a la Luna a mediados de 2027 utilizando una versión modificada de la Starship como vehículo de aterrizaje.